Trascribimos un articulo aparecido en el diario Perfil del 14/1o/07,firmado por el periodista Pepe Eliaschev.
"Hay algo muy perverso en el episodio, pero se trata de
esas sinuosidades demasiado atractivas como para no
recorrerlas y ponerlas a la luz. Aun cuando siempre hubo
en el llamado “movimiento nacional” múltiples exhibiciones
de convergencias entre sujetos horribles pero cosméticamente
disímiles, lo sucedido en la patria “combatiente” que reporta
a Cristina Kirchner es de difícil digestión, hasta para paladares duros.
El diputado Carlos Kunkel participó días atrás de un acto
en apoyo del candidato “riquista” en el municipio de San Miguel.
Kunkel militó en Montoneros en los 70. Aldo Rico fue un teniente
coronel que organizó un golpe militar contra el gobierno democrático
en los 80. En el acto de San Miguel, ambos hablaron de “unidad”
y sostuvieron que luchan por “un proyecto común”.
Los dos se han encolumnado (nunca mejor usada la palabra) detrás
de la candidatura de la señora de Kirchner. ¿Cómo se articula la
llamada política de derechos humanos de Kirchner con el significativo
acto que une en un palco al ex carapintada y al veterano ex montonero,
en respaldo del heredero de Rico en esa localidad, para apoyar así la
candidatura de la senadora? Rico se levantó contra la democracia en
1986, cuestionando los juicios a las Fuerzas Armadas iniciados por
el decreto de procesamiento a las juntas militares con el que Raúl
Alfonsín inauguró su presidencia.
Según el diario digital Aquí la Noticia en su versión del 8 de octubre,
el diputado del Frente para la Victoria, Carlos Kunkel, que integra el
puñado de personas que comparte la intimidad con Kirchner desde
hace 30 años, cuando militaban en La Plata, participó de un acto con Rico.
Los dos se elogiaron, dijeron que no volverían a protagonizar
“enfrentamientos entre hermanos” y aseguraron que los desvela un
proyecto común”. Indultado por Carlos Menem en 1989, Rico fundó
su partido MODIN y luego se afilió al PJ para trabajar con Eduardo
Duhalde. Ministro de Seguridad bonaerense con Carlos Ruckauf,
retornó a la intendencia de San Miguel y en 2002 fue candidato a
gobernador en la boleta presidencial de Adolfo Rodríguez Saá.
Kunkel es un hombre de piel curtida. Preso en pleno gobierno
peronista, permaneció en la cárcel hasta 1982.
Cuando estuvo frente a Rico, éste le dijo: “Largos años hemos pasado
de desencuentros, muchas veces nos hemos visto envueltos en luchas
entre hermanos, muchas veces hemos puesto sacrificio y militancia y
nos han arrastrado a falsas ideologías; hay una sola consigna que está
por encima de todas las cuestiones coyunturales o personales: Patria,
sí; colonia, no, ésa es la consigna que nos tiene que unir”.
Esta es la versión que difunde aquilanoticia.com y que no ha sido desmentida.
Ya en explícito tren de coincidencias, el ex golpista abundó en requiebros
amorosos: “No puedo dejar de agradecer la presencia del compañero Kunkel,
cuyo apoyo político es importantísimo porque representa la intimidad del
Presidente, pero ese apoyo político realmente me parece que queda en un
segundo plano porque la presencia de él en este acto significa que cuando
hay proyecto en común, que cuando hay objetivos claros y cuando hay
un profundo amor a la Patria pueden quedar de lado y allanadas todas
las diferencias de muchos años de desencuentros.
Como peronista, me siento profundamente agradecido”. Embelesados con
los 70, Kunkel y Rico prefirieron obviar los lodazales de los 90.
¿Quién “arrastró” a Rico a trabajar con y para Menem en aquellos años?
Para el kirchnerismo, haber militado en el noventismo menemista no es
siquiera pecado venial. Para el discurso oficial, los supuestamente fatídicos
años 90 sólo se asocian con la maldad diabólica de una parte selecta y
minoritaria de la sociedad. Kunkel blanqueó todo con su peculiar voracidad:
"Nosotros compartimos un palco con quienes estamos trabajando para
hacer realidad la reconstrucción nacional después de la desolación dejada
por el liberalismo económico”.
Para Kunkel, el paso de Rico por el menemismo no forma parte de esa
desolación, claro.
Opera como el régimen soviético en los años de gloria de la URSS, cuando
la enciclopedia oficial de Moscú quitaba o ponía en su versión de la historia
a los personajes caídos en desgracia o ascendidos al Parnaso de la
nomenclatura, sin dar ni aceptar explicaciones.
Rico no se privó de dar detalles de la confraternidad de estos camaradas
en armas:
“Yo era muy amigo de Rodolfo Galimberti y tenía mucha relación con
(Mario) Firmenich, he dado clase a los equipos de Rodolfo, y significa
que los combatientes –y Kunkel fue un combatiente– entendemos
perfectamente cómo hay que superar los problemas y avanzar hacia
otras cosas que es lo que está pasando ahora”.
Tiene razón, entienden perfectamente.
La guerrilla peronista de los años setenta contuvo en su interior gruesas
columnas asociadas con el nacionalismo popular de fuerte impronta
antidemocrática. También incluyó muchos elementos surgidos de
promociones de la militancia católica, cuyo programa de acción tenía
más que ver con un mesianismo antiliberal que con una cosmovisión
moderna. Esos rasgos definitorios se explicitaron en los sordos choques
entre los marxistas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y los
peronistas católicos de Montoneros.
La impronta del odio a un sistema democrático perennemente
vilipendiado ha sido el denominador común
que trabajó los blindados cerebros de estos combatientes enfrentados a
balazos, pero que 30 años después confiesan compartir más de lo
que los enfrentaba.
Esa era, al fin y al cabo, la idea de Massera en la ESMA:
incorporar cuadros y oficiales montoneros a un movimiento de
características populares y sello “nacional” acaudillado por él y
en el cual torturados y torturadores rezaran el mismo evangelio.
Las obsesiones de Kunkel y Rico, sin embargo, son en el fondo
irrelevantes,de cara a lo verdaderamente importante.
Mientras que San Miguel ofrecía el escenario de una nueva reiteración
de la vieja camaradería de estos “combatientes”; en Pilar, la señora de
Kirchner volvía a privilegiar discursos para la bizarra burguesía ¿nacional?
que silba bajito e insinúa con módicos mohines de viejo liceo de señoritas
que hay algunas cosas que se deben cambiar. Pero, ¿qué kirchnerismo?,
¿el del rosista Kunkel y el del fascista Rico, chapoteando
en su estigmatización nacionalista de la república liberal?,
¿o el de la candidata presidencial pidiendo inversiones en
todas partes y diciendo que ganar plata no es tan
malo, al fin y al cabo?
En estos casos, como sucede con Luis D’Elía, el Gobierno jamás desmiente
ni desautoriza, sólo suma y se calla la boca. Corta y pega, omnívoro y
desprejuiciado.
Después de todo, al lado de los furibundos centuriones de los 70 y su discurso fascistoide, siempre habrá un puñado de almas puras del
centroizquierda, convencidas,como el vicejefe de
Gabinete, el socialista Jorge Rivas, que este
Gobierno,y sobre todo la señora de Kirchner, conducen un
gran cambio social.
Privilegios del karma nacional justicialista:
todo es posible y todo vuelve en un país generoso, paraíso de “combatientes”."